martes, 30 de septiembre de 2014

El pasmo de ser dos (al mismo tiempo)

El pasmo de ser dos (al mismo tiempo)


originalmente publicado por http://palabrasaflordepiel.com/2014/09/30/el-pasmo-de-ser-dos-al-mismo-tiempo/ por Julia Santibanez 


“Yo soy dos y estoy en cada uno de los dos por completo”, dijo Agustín de Hipona, el psicólogo que la iglesia graduó como San Agustín para vender estampitas con su imagen. Muchos siglos más tarde, el novelista escocés Robert Louis Stevenson puso en palabras de su doctor Jekyll la revelación: “el hombre no es realmente uno, sino plenamente dos”. Y hoy, la autora de este blog señala la sorpresa que le genera este misterio: “soy tan dos, que a veces parezco tres”. Oh, hados.

sábado, 6 de septiembre de 2014

MORIR CON DIGNIDAD (para imitar)

De Tania (solo le cambié en el título el "para imitar", que ella lo tenía como una pregunta).

MORIR  CON  DIGNIDAD



QUERIDOS AMIGOS:
LES ANTICIPÉ QUE IBA A MORIR CON DIGNIDAD,
NO EN UN ASILO DE ANCIANOS COMO QUERÍA
MI FAMILIA, 
ASÍ QUE QUE ME FUI A TERMINAR MIS DÍAS A UN PUEBLO PESQUERO DE ECUADOR.



Les envío afectuosos saludos



junto con mi novia Dignidad.

jueves, 4 de septiembre de 2014

MERCEDES ESTELA BRITOS



El arte y el Amor


















" Al poeta soñador de todos los tiempos, que en eterno estará en búsqueda del amor ideal..."

El Arte y el Amor...

"Las flores tenían alas en el Jardín del Edén "


! En el jardín del Edén
solían volar los pétalos !
Cual alas de mariposas..
!Se desnudaban las rosas

ante sus jacintos amados !
y aunque de alas carecían,
la suave brisa los acercaba
! Por no existir dolor y desdicha!

todo era placer y embriagarse
en alas entrelazadas,
en el jardín del Edén.
Todo era amor, energía primera!

Pero me cuenta el alma poeta...
que un día por "la impaciencia"
de un ave anunciadora
de " la llegada del amor "...

que por no esperar nuevo ciclo
de otra estación del Edén,
quiso apurar su concierto
! Fueron expulsadas las rosas!

"El ruiseñor del amor", se posó
en otoño, en el podado rosal,
desangró una espina en el pecho,
llorando savia por sus heridas..

maravillado por el misterio
bello del amor, cantó su dulce
canción en el podado rosal..
!Helado por el crudo invierno. !

marchitados los botones
y las ramas ya partidas..
--Solo debía esperar a cantar..
!A la llegada de la primavera!

pues las espinas eran garras
en el pecho del ruiseñor
pensando era mejor "el amor"
en "todo el ciclo del Edén"

!Amor eran las alas de pétalos
de las flores ! color del fuego
Llamas, eran sus cuerpos
sus labios ,eran jalea y miel .

Un artista en dar conciertos
del amor, ruiseñor pensaba
en su arte, en su música y cantar
!Solo canto de último fulgor!

traspasado por las espinas
del rosal podado de la flor..
que su eco traspasa hoy al mar
y a los tiempos transcurridos...

!Por no esperar la primavera
y ver multiplicada su alegría!
!Que son más las rosas..
Que las ramas perdidas!

--Por no ser uva pisada
en lagar-- y no sentirse destruido
solo era cuestión generosa,
dejarse fermentar y madurar..

--No quiso ser triturado trigo
en molino-- reducido a polvo.
Era cuestión, dejarse ser harina
y ser pacientemente amasado,

por ser pan sobre la mesa..
--No quiso ser semilla sepultada
en abrazo a la húmeda tierra--
! Llorando porque se pudra!

sin sentir en "el latir",que era
"Germen de la vida ". !
y aguardar en el silencio
que pronto ! Habría de nacer!

--No quiso ser tierra roturada
por arado-- rota y desgarrada
en sus entrañas, torturada.
Sin ver, que el surco de sus heridas

tras la siembra y la cosecha
!Se repetiría el milagro de la vida!
!El corazón le ardía en el pecho..
y su fuego se inflamaba...!

el Ruiseñor-- No quiso ser grano--
cantó solo, en el rosal podado..
permaneció hiriéndose solo
pensó que si moría !Daría frutos!

! Y por apurar el concierto. !
!Fueron expulsadas las rosas!
del Jardín del Edén..
por no esperar nuevo ciclo..

Lo mató, su "impaciencia"..
! Las rosas no morirían. !
pero dejaron de volar pétalos
cual alas de mariposas. !

!Tampoco murió el amor... !
por eso, el poeta retorna en eterno
buscando ese amor ideal...
!Por no existir dolor ni desdicha!

todo era placer y embriagarse...
que por culpa de la "impaciencia"
y no esperar nuevos ciclos
!Fueron expulsadas las rosas!
del Jardín del Edén...

Mercedes Estela Brito




























Viaje
Solo frente al horizonte.

Reloj,
detiene tus agujas,
y déjame todo el calor de la ternura,
la medida del que parte.

¿ Qué boleto sacaste querido Viejo ,
en esa puerta...
que debes iniciar tu Viaje
de otros Tiempos ?
sin secuencias, sin dolor, sin motor.

Boleto celeste,
después de beber la vida,
hacia otro Faro,
¡ Nos guiarás a todos,
hacia otra Bahía ¡

No te lleves brújulas, ni estrellas,
sino todo el Amor
que te brindamos,
en silencio ¡

Llévate nuestros rostros,
pegados a tu vidrio ¡

¡Adiós Papá ¡
¡ Suelta mi mano ya ¡

8 de diciembre del 2001

Mercedes Estela Brito

Homenaje a Fernando Cobo

OCT/2010


Homenaje a Fernando Cobo, un poeta que se nos fue en octubre

HOY




Sus manos

no sostienen las mías, 

ya no preguntan,

la sombra se esconde

entre sus dedos

por los días cortos latirán en silencio

extenso como el olvido,

recorro las palabras

y estas caen

en una palabra muerta,

apenas la he visto mirarme

como un molino roto

que encalló el viento.

Tomaría tu mano

en esta tarde de otoño

como una vez

ya no rompen en mi,

será que a lo mejor

están mas roncas o agrias

y los recuerdos

nos va endureciendo

el tiempo

que fuimos


DE ESTELA BRITOS 
http://nochesdepoesia.blogspot.com.ar/


PENSAMIENTOS PARA SOPORTAR LA LEVEDAD DEL SER


PENSAMIENTOS PARA SOPORTAR LA LEVEDAD DEL SER





28/01/11



“...Hasta ahora, la mayoría de los científicos han estado demasiado ocupados con el desarrollo de nuevas teorías que describen cómo es el universo para hacerse la pregunta de por qué, los filósofos, no han podido avanzar al paso de las teorías científicas. 

En el siglo XVIII, los filósofos consideraban todo el conocimiento humano, incluida la ciencia, como su campo y discutían cuestiones como ¿ Tuvo el universo un principio? 

Sin embargo en los siglos XIX y XX, la ciencia se hizo demasiado técnica y matemática para ellos, y para cualquiera, excepto para unos pocos especialistas. 

Los filósofos redujeron tanto el ámbito de sus indagaciones que Wittgenstein “ la única tarea que le queda a la filosofía es el análisis del lenguaje ”

¡ Qué distancia desde la gran tradición filosófica de Aristóteles y Kant”!

No obstante, si descubrimos una teoría completa, con el tiempo habrá de ser, en sus líneas maestras, comprensible para todos y no únicamente para unos pocos científicos. Entonces todos, filósofos, científicos y la gente corriente, seremos capaces de tomar parte en la discusión de por qué existe el universo y por qué existimos nosotros. Si encontrásemos una respuesta a esto, sería el triunfo definitivo de la razón humana, porque entonces conoceríamos el pensamiento de Dios.”



Stephen W. Hawking. 
Extraído del libro “ HISTORIA DEL TIEMPO, DEL BIG BANG A LOS AGUJEROS NEGROS”.

 Este científico es heredero de la Cátedra de Newton en la Universidad de Cambridge y considerado el mayor genio del siglo XX después de Einstein, es ya una leyenda no sólo por su brillante contribución a la física teórica, sino también por su coraje frente a una enfermedad que destruyó su cuerpo confinándolo a una silla de ruedas y privándolo de la capacidad de hablar. Igualmente dicta clases a través de una computadora diseñada especialmente para él. 

Colaboración Ana María Manceda

Lucas Segovia, Gira 35 años de Memoria

(...) "Tenemos la convicción de que los pueblos que no recuerdan su pasado, están condenados a repetirlo. Por eso intentamos reflexionar sobre estos hechos que fueron parte fundamental de la historia Argentina" (....)


La reivindicación y divulgación de la historia de nuestro país


La Masacre de Napalpí, La Masacre de Margarita Belén, la de La Forestal, la guerra de La Triple Alianza, Isidro Velazquez, Pueblos Originarios, Cuidado de Nuestros Recursos Naturales, fueron hechos que nos marcaron profundamente a todos los que habitamos este país.

martes, 2 de septiembre de 2014

UNA NOCHE CONTIGO

UNA NOCHE CONTIGO





Hoy quiero pasar la noche contigo;
una noche tierna, una noche en calma;
tenerte en mis brazos hasta quedar dormidos,
y que tu aroma entre a mi cuerpo
y adorne mis sueños, soñando de ti;
que mis brazos rodeándote sirvan de abrigo,
una fortaleza ante las pesadillas,
y estar en tus sueños hasta el despertar.
Y, ya en la vigilia, encontrarte ante mí,
y ver que mi sueño es realidad.


Hoy quiero pasar la noche contigo;
quedarnos despiertos hasta el amanecer.
Y ver siempre al cielo, volar hasta allá,
y estar contemplando una misma estrella,
ésa que será nuestra y no deja de brillar.
Y contarlas a todas, y darles envidia,
pues por mucho que brillen, solas están.
Y en tu compañía verlas disiparse
ante un azul claro del amanecer,
y juntos recibir un amanecer más.


Hoy quiero pasar la noche contigo;
perderme en tus ojos sin tener que hablar,
y con la mirada decirte Te amo,
encontrando en tus ojos la felicidad.
Y recordar con ternura aquél día
que tus ojos llegaron a mi corazón,
y no pude esperar, mi paciencia venciste,
y mis sentimientos hiciste salir.
Y no dejar de mirarte, y desnudar mi alma
ante ese par de soles que tan dulces son.


Hoy quiero pasar la noche contigo;
con los ojos cerrados, nuestros labios juntos,
quedarnos sellados con un beso eterno
que el tiempo congele y la noche ilumine;
y en la oscuridad beber de tu boca
y hablar con tus labios, respirar de ti,
luchar con tu lengua, y probarla y gozar,
y en un beso tibio esperar al Sol,
y que nuestras bocas hagan el amor
y no se separen hasta el amanecer.


Hoy quiero pasar la noche contigo;
leyendo poemas, hablando de amor;
y hablar de las cosas que aquí nos trajeron,
contar nuestra historia sólo una vez más.
Confesarte mis miedos, tristezas, defectos;
escuchar tus planes, temores y aciertos.
Hablar de la gente, religión y ciencia;
escuchar tu voz y aprender tus palabras.
Y terminar suspirando en tu oído,
y sentir tu aliento acariciando el mío.


Hoy quiero pasar la noche contigo...
...ojalá pudiera quedarme aquí.

Desconozco al autor

domingo, 31 de agosto de 2014

BENDITO MALDITO AMOR

de Vanessa Cordero Duque



http://www.vanessacordero.com/

Dicen que el amor existe, que se esconde en los tropiezos de almas inquietas, que su aura desvanece las memorias de los que sobreviven perdiendo.... Cuentan que chapotea en la sangre cuajada de los que caminan sin rumbo.

Dicen que en los atardeceres caóticos de estrofas sin dueño se mece sin ser visto, cuentan las leyendas que se mezcla en los ojos de miradas que nunca existieron y que en la incertidumbre de los termómetros de agostos otoñales llora....

Dicen que lo han visto vagabundeando en las orillas del que a pesar de su esquiva presencia cree en su valor, que vive restando horas en calendarios cansados de hojas partidas en dos y que, en ocasiones, incluso él duda de su existir.

Cuentan que ha perdido la confianza en el ser humano, que lo han maltratado oscureciendo su esencia, que han vaciado sus entrañas en los despeinares del sexo sin siquiera mirarlo a él, que le dieron mil patadas y sintió que sobraba en tantas camas desnudas de lo que él ofrecía.....

Dicen que ahora camina mirando al suelo...que le da miedo este extraño existir...Cuentan que su nombre se mezcla en el aire y que saca a pasear la desesperanza de los que aún nos sentimos desiertos en medio de la inmensidad del vivir.


PREMIADA EN SEVILLA


Vanessa Cordero Duque ha obtenido el segundo premio en el Certamen de Poesía y Narrativa Femenina de Cantillana, Sevilla, con su poemario titulado"Prólogo de una soledad perenne" en el cual habla de la nostalgia de la ausencia del sentimiento de amor en su vida.

martes, 19 de agosto de 2014

Tu también puedes hacer la diferencia

Un profesor tenía la costumbre al final
del año escolar de regalar a cada uno
de sus alumnos una cinta púrpura que contenía las palabras:
"Espero haber hecho la diferencia" impresas
en delicada letras de color oro.

Cuando él entregaba personalmente la cinta a cada estudiante,
le explicaba en que forma específica había contribuido
a que esa clase fuera mejor.
Para cada joven tenía algo sincero y único.

Un día se le ocurrió al profesor observar
que impacto tenía esa costumbre en la comunidad.
Para eso, decidió darle a cada estudiante
tres cintas en vez de una, y le dijo a cada alumno
que entregara las otras dos cintas a las personas
que en su opinión habían hecho la diferencia en sus vidas.

Les dijo también a los jóvenes que al entregar
la cinta le dijeran a la persona por qué se la regalaban
y en qué forma el elegido había hecho la diferencia.

Después de esto los estudiantes debían reportar
en la clase cómo había sido la experiencia para cada uno.

Uno de los estudiantes que tenía un trabajo
por horas en un restaurante le dio una cinta a su jefe,
quien era un hombre descuidado ,
que difícilmente apreciaría el honor.

-Yo admiro y agradezco todo lo que usted ha hecho por mí -
le dijo a su jefe y continuó-
yo creo que usted es extraordinariamente creativo
y además es una persona muy justa y generosa,
¿me permitiría ponerle esta cinta púrpura en su chaqueta,
como un símbolo de mi gratitud y mi aprecio hacia usted?

El jefe del muchacho se sorprendió un poco,
pero agradecido aceptó:

-Claro,-dijo éste- ¿por qué no?

-Además -dijo el estudiante- le voy a entregar estas cintas ,
para que usted las comparta de la misma manera,
con quienes hicieron la diferencia en su vida,
tal como yo lo hice con usted.
Esto es parte de una tarea de mi escuela.

-Muy bien -Le respondió el jefe-.

Esa noche el jefe regreso a su casa luciendo la cinta púrpura
en su chaqueta, saludó a su hijo de 14 años
y le contó: -Algo extraño me ocurrió hoy.
Uno de mis empleados me regaló esta cinta.
Mira lo que esta escrito en ella.

"Tu hiciste la diferencia"- decían las letras verdes.

-Además -continuó el padre-, el me dio otra cinta
para compartir con alguien que para mí ha hecho la diferencia,
con alguien muy especial, que significa mucho para mí.

Hijo -siguió diciendo el padre con calidez-,
hoy ha sido un día muy difícil para mí,
pero en el camino a casa me dije a mí mismo
que si hay una persona en mi vida a quien
le daría esta cinta es a ti.

Yo sé que muchas veces soy duro contigo porque
no te va bien en la escuela,
porque tu cuarto es un caos,
porque me contestas en formas desagradables,
pero hijo mío...
-el padre hizo una pausa, bajó la voz
y puso su mano en el hombro del muchacho
- solo quiero decirte que tú y tu mama,
hacen toda la diferencia en mi vida
y me gustaría que aceptes esta cinta,
como un símbolo de mi amor hacia ti.

Yo se que debería decirte con más frecuencia
lo que representas en mi vida, pero te amo
y mi siento muy orgulloso de ti tal y como eres,
eres un muchacho maravilloso".

Tan pronto el padre dejo de hablar,
el hijo se soltó en un ataque de llanto,
el padre lo abrazó en forma acogedora,
mientras acariciaba la cabeza del muchacho,
para tranquilizarlo.

-Perdóname hijo, ¿hice algo mal?

-No papá -contestó el joven-, yo había decidido suicidarme
mañana, yo quería matarme porque yo estaba seguro de que
yo no te gustaba a pesar de que yo hacia lo posible para
agradarte... pero papá, perdóname. Todo ha cambiado ahora."

Raul, Tu también puedes hacer la diferencia,
crea hoy en tu vida la oportunidad para compartir
diciéndoselo a dos personas que para ti han hecho la diferencia,
sé generoso y claro, diles lo que agradeces de ellos en tu vida.

Adelante, con mis mejores deseos.


Feliz semana.


Sólo por hoy elige pensamientos y emociones positivas.
Notarás la diferencia.

Cordialmente,

Carlos Devis 

COSAS QUE PASAN

COSAS QUE PASAN

Nadie salió a despedirme
cuando me fui de la estancia
solamente el ovejero, un perro nomás,
Cosas que pasan.

El asunto, una zoncera,
un simple cambio de palabras,
y el olvido de un mocoso,
del que puedo ser su tata.
Y yo que no aguanto pulgas,
a pesar de mi ignorancia,
ya no mas pedí las cuentas,
sin importarme de nada.

No hubiera pasado esto,
si el padre no se marchara,
pero los patrones mueren,
y después los hijos mandan.
Y hasta parece mentira,
pero es cosa señalada,
que de una sangre pareja,
salga la cría cambiada.

Los treinta años al servicio,
pal’ mozo no fueron nada,
se olvido mil cosas buenas,
por una que salió mala.
Yo me había aquerenciao,
nunca conocí otra casa,
que apegado a las costumbres,
me hallaba en aquella estancia.

Sí hasta parece mentira,
mocoso sin sombra e’ barba
que de guricito andaba,
prendido de mis bombachas.
Por él, le quité a unos teros
dos pichoncitos, malaya!
Y otra vez, nunca había bajao un nido,
y por él gatié las ramas.

Cuando ya se hizo muchacho,
yo le amansé el malacara,
y se lo entregué de riendas,
pa’ que él solo lo enfrenara.
Tenía un lazo trenzao,
que gané en una domada,
pal’ santo se lo osequié,
ya que siempre lo admiraba.

Y la única vez que El patrón,
me pegó una levantada,
fue por cargarme las culpas,
que a él le hubieran sido caras.
Zonceras, cosas del campo,
la tranquera mal cerrada,
y el terneraje e’ plantel,
que se sale de las casas.
Y eso, pal’ finao patrón,
Era cosa delicada.

Y bueno, pa’ que acordarme
de una época pasada,
me dije pa’ mis adentros,
todo eso no vale nada.

Sin mirarnos, arreglamos,
metí en el cinto la plata,
le estiré pa’ despedirme mi mano,
Pa’ que apretara,
y me la dejó tendida,
cosa que yo no esperaba.
Porque ese mozo no sabe,
si un día ha de hacerle falta...

Tranqueando me fui hasta el catre,
alcé un atado que dejara,
y me rumbié pal’ palenque,
echándome atrás el ala.
Ensillé, gané el camino,
pegué la ultima mirada
al monte, al galpón, los bretes,
el molino, las aguadas,

De arriba abrí la tranquera,
eche el pañuelo a la espalda,
por costumbre, prendí un negro,
talonié mi moro Pampa,
y ya me largué al galope,
chiflando como si nada.

Nadie salió a despedirme
Cuando me fui de la estancia,
Solamente el ovejero, un perro nomás,
Cosas que pasan.

Poema de Don Víctor Abel Jiménez
Musica de Jose Larralde

VÍCTOR ABEL GIMÉNEZ…  “EL VASCO”.




Muchos galardones ha ganado Víctor Abel Giménez en su larga trayectoria como autor poeta y periodista, un defensor permanente de nuestro patrimonio folklórico. Pero el más importante es el de perdurar con  cada una de sus  canciones en la memoria colectiva de nuestro pueblo .Muchas de sus más de 200 canciones casi íntegramente dedicadas al repertorio surero tienen la particularidad que en cada trazo de su pluma se refleja la vida y los personajes que habitaban en la zona.  Así desfilan “El pampa Rosendo”, “Un peón, Segundo Molina”,”Pulpería La colorada”, “Le decían Vidalita”, “Las mellizas” entre otros.

Su nombre pasó a ser recuerdo, cuando el  público lo reconoce simplemente   por “El vasco”, debido al cariño que supo granjearse como animador de festivales en Victorica, Lobería, Leones o el Festival de doma y folklore de Villa María. El recitado lo tuvo entre los elegidos, mientras creaba programas de neto corte nativista en radio y televisión tanto como guionista o conductor. Libretista de “Surcos estelares Hanomag” en radio El mundo, “Fiestas gauchas de La hoja” en radio Belgrano y Splendid, todos ciclos señeros en el género.

Verborrágico pese a su octogenaria edad, siempre orgulloso de su nacencia y heredad  siempre presenta en primer lugar a su pueblo, cuna de un amor inquebrantable a nuestras tradiciones.

-Yo nací en un pueblo de campaña que llamaban Arbolito. Gracias a Reguera, quien le puso música  a la canción hace muchos años que  la gente tomó conocimiento que había un pueblo en la geografía bonaerense que se era llamado así por sus habitantes porque en los mapas nunca recibió esa denominación.  Cuentan que mi abuelo cada vez que venía de su chacra en el campo, ensillaba y anunciaba –“Me voy a  Arbolito”- nunca decía –“Voy a Coronel Vidal”-   Tal vez ese recuerdo me haya impulsado a tomarme el atrevimiento de hacer la huella titulada “Soy de Arbolito”.  Siempre me pareció más humilde que afirmar “Soy de Coronel Vidal”-.

-Hace unos años lo han rebautizado en los carteles.

-Sí un día un  intendente (hoy fallecido), me llama en Vidal y me dice sonriente - “Se te cumple un viejo anhelo”- ¿Cuál será? Me pregunté yo.-“Vasco, siempre quisiste que se  llame Arbolito el pueblo…Bueno, acaban de aprobar la ordenanza para que se lo denomine Coronel Vidal y entre paréntesis Arbolito”-Imagínese que alegría después de tantos años poder pertenecer a un pueblo donde su nombre perduró en la memoria de la gente y no en el que dicen los mapas. Aunque me radiqué en Mar del Plata, no paré hasta ir a vivir al campo durante 6 años.   Ansiaba ver el amanecer, disfrutar como las sombras iban escapándose para hundirse vaya a saber donde, ocuparme de todas las tareas a que está abocado el paisano de campo y a eso le debo….una hermosa hernia de disco. Todo por hacer trabajos que tendría que haber hecho 30 años antes (se ríe abiertamente)

-Sus canciones son vivencias…

-¡Seguro! Algunas que el destino me hizo vivir y otras por involucrarme en las que vivieron otros. Todo está indicado en la vida. Si le hice versos al carrero  por ejemplo es porque he visto a alguien llevar esa profesión con tanto orgullo que me emocionó o yo he probado la experiencia.  Me parece muy atrevido hacer una zamba si ser del norte o una tonada sin ser de Cuyo, pero si esta se hace con el respeto y la gracia de ser argentino es aceptable.

-¿Le gustaría escuchar más recitadores en los medios?

-Más me gustaría que salgan nuevos decidores, no recitadores.  Yo aprendí a decir no a recitar. Hay muchísima poesía criolla que no llegó a la grabación.  Le estoy diciendo con la sapiencia que me dan los años.

-¿Pensó en escribir  un libro sobre esas experiencias?

-¡Ah! Si otro lo puede escribir,  (se ríe), yo hablo diez días seguidos. Pero no es una tarea fácil porque yo voy contando anécdotas a medida que las recuerdo, sin un orden cronológico, y termina siendo un rompecabezas. Quien sabe…

-¿Conoció a Abel Fleury?

- Sí.  Nos unía un amigo común de apellido Carlomagno.  Lo conocí cuando Abel era guitarrista de Fernando Ochoa, pionero si los hubo en el folklore. Hacía un programa que iba los jueves a la noche y los domingos a la mañana donde se reunían todos los folkloristas de esa época: Martínez –Ledesma, las Hermanas Simón entre otros.  Abel Fleury con su guitarra era respaldo de la poesía que decía Ochoa. Un día Abel cayó por mis pagos a saludar a Carlomagno y a pedirle que le busque alojamiento porque había llevado el escuadrón y por ahí escaseaba. Un día me lleva Carlomagno y le dice -“Acá te traigo un muchacho que le gusta cantar, digamos que le gusta mucho la música como arte…y es de buena familia”- un agregado importante en ese tiempo para la presentación. Imagínese a los 18 años uno tiene aquello de la inocencia. Yo me conformaba con ir a cebarle mate.  Un día el estaba tocando su guitarra en la pieza, me animé y le dije-“Don Abel, profesor, maestro yo sé un tango suyo”-“¡Ah! ¿Sí? “-me dijo y empezó a hacer acordes y yo a cantarlo entero.   Y el siguió después con sus acordes.  Claro después me quería colgar de un árbol. Don Abel fue una de las grandes guitarras argentinas que se hicieron un lugar en  todo el mundo. En algunos países hasta se siguen sus métodos. Pasó el tiempo y fui a verlo a un teatro donde quise saber porque no tocaba nada suyo -“Porque toco Tárrega o Sagreda- me contestó-Y usted ¿se sigue acordando la letra de mi tango?”-   Yo quería que me tragase la tierra… no había olvidado la anécdota.

- De los compositores que le han puesto música a sus poemas ¿tiene alguno preferido?

-A todos los poemas los he hecho con el mismo amor a nuestras tradiciones.   Por ninguno tengo preferencia.  Siento que dejé en ellos la más pura emoción del momento.  Así Daniel Reguera, Merlo, Larralde, ArgentinoLuna, Justo Morales, Pedro Herrera o Domingo Prat por nombrarle algunos supieron encadenar sus melodías a mis poemas. Con ellos me siento hermanado en el secreto de la creación.

- Incursionó en muchos medios

-¡Ah! Que tiempos. Trabajé muchísimo en diferentes medios con el mismo empeño de difundir nuestra cultura nacional.  Cuando uno ama y conoce profundamente lo que hace es más fácil encadenar el tiempo para realizar  cuanto uno se propone.   Me gustaría que la juventud mire nuestros trabajos y afiance sus pasos en el folklore sin dejarse influir por todo aquello que no pertenece a nuestro patrimonio nacional.                                                     
SENDA FOLCLORICA         
CARLOS Y GRACIELA ARANCIBIA  

lunes, 28 de julio de 2014

Florencio Molina Campos

Reseña biográfica
Florencio Molina Campos nació en Buenos Aires el 21 de Agosto de 1891, y murió el 16 de Noviembre de 1959 en su ciudad natal.
El 3 de octubre de 1891, el párroco de San Nicolás, Eduardo O´Gorman bautizó con el nombre de Florencio de los Angeles a quien hoy conocemos como Florencio Molina Campos. Era hijo de Florencio Molina Salas y de Josefina del Corazón de Jesús Campos y Campos.
 Durante su época de estudiante en los colegios La Salle, El Salvador y el Nacional Buenos Aires pasaba sus vacaciones en la estancia paterna Los Angeles, del Tuyú, y más tarde, en La Matilde, de Chajarí, Entre Ríos, arrendada por la familia.
Desde muy chico dibujó paisajes, escenas y personajes camperos que había observado y registrado durante esas vacaciones de su infancia.

En 1926, a los 35 años, a instancias de un amigo, inauguró su primera exposición en el Galpón Central de la Sociedad Rural. El Presidente Alvear visitó la muestra y adquirió dos de sus obras. Al año siguiente expuso en la vieja rambla de Mar del Plata. Desde 1931 a 1944 pintó los almanaques para la firma Alpargatas que conforman lo más difundido e importante de su obra.
Admirador del Molina Campos, Walt Disney lo contrató como asesor para varias de sus películas, pero el resultado de esta asociación no satisfizo a nuestro artista, porque veía desvirtuada la imagen del hombre de campo argentino.
 Son memorables sus ilustraciones para el Fausto de Estanislao del Campo, editadas por Kraft.
En los Estados Unidos, donde residió varios años se hicieron famosos los almanaques que pintó desde 1944 hasta 1958 para una empresa productora de máquinas agrícolas.
En 1969 se constituye la Fundación Molina Campos y en 1979 la señora María Elvira Aguirre de Molina Campos inaugura, en la ciudad de Moreno, un museo dedicado a su memoria.

Su obra  
Molina Campos trabajaba preferentemente de noche y pintaba varias obras al mismo tiempo casi siempre en papel Canson Mongolfier de color, cuando no empleaba, para trabajos menores, cartón de cajas de ravioles. Los almanaques fueron pintados al agua - gouaches, acuarelas o témperas – con alguna intervención de tintas y lápices. Sus intentos con óleo no fueron los más logrados. Solía calcar algunas figuras que luego tomaba, invertidas, como base para otros personajes. Luego de trazar la línea del horizonte preparaba los cielos aunque no pocas veces ha dejado simplemente el color del papel sin agregado de nubes. Sólo después incluía los personajes, plantas y animales. La calidad de terminación demuestra una atención muy esmerada en algunas obras; hay láminas decididamente impecables, sumamente elaboradas, en tanto que en otras se advierte un acabado más rápido, menos trabajadas pictóricamente.

En algunas pinturas hay grupos numerosos de paisanos de pie, de frente, como si estuvieran posando para una fotografía. Resultan así figuras algo congeladas, en un quietismo artificial.
Por una natural y siempre confirmada sensibilidad compositiva, sus figuras, árboles, animales y construcciones ordenan impecables compensaciones de volúmenes que dan a sus trabajos una gran solidez estructural.
 En todos lo casos, fondo y figura – permanente sintaxis de su obra – juegan un contrapunto que exaltan el dibujo y el color con un acierto de innegable maestría. Con escasos recursos técnicos pero dominados acabadamente gracias a su tenacidad, Molina Campos alcanzó una capacidad expresiva que sólo un legítimo artista puede convertir en medios eficaces para configurar una gramática tan perfecta.

Autodidacta, sin una estrecha sino casual relación con los maestros de la época, con una postura tal vez excesivamente reverencial hacia la pintura, pudo armar, sin embargo, una originalísima forma de dicción apoyada en una excepcional capacidad comunicativa. Esas extraordinarias pinturas que, tocadas por la magia de la gracia, enunciaban sin declamaciones la sobriedad y el esfuerzo, la rectitud y la alegría, acompañaron día a día, a lo largo de muchos años, la vida de millones de argentinos. Hoy forman parte del patrimonio artístico de la república.

Los paisanos
Florencio Molina Campos se nos presenta como alguien indemne al olvido. Ya hombre maduro, lejos en el tiempo de los campos donde transcurrió su infancia, las visiones de entonces re0nancieron en su pintura, nítidas, sorprendentemente vivas: los rasgos de los paisanos que vio, su apostura y sus gestos, la vestimenta, la humilde intimidad de los ranchos, el aire al mismo tiempo inocente y medio bárbaro, ingenuo y socarrón de esos peones, puesteros, domadores, reseros, jugadores de truco y comedores de asado, en medio de sus rudas tareas en la silenciosa llanura, apenas interrumpida por algún monte de talas o eucaliptus empequeñecidos por la lejanía.
También la absoluta presencia del cielo y la desmesura de tales campos sin agricultura que hace concentrarse al hombre en sí mismo e intensifica la presencia de las cosas, la silueta de un pájaro, un perro lejano o un cardo.
 Cualquier cosa viva para compartir la soledad. Cuando los pintó, esos seres y esas cosas ya se habían transformado o desaparecido con las mudanzas del progreso. Gracias a su poder evocador llegaron a nosotros aquellas gentes del sur. Se apoyan en la puerta de un boliche de campaña, los pies chuecos y una boina o un sombrerito sobre los ojos, pialan un potro en un corral, pasan - llegados no se sabe de donde – con sus caballos y sus carros, reaparecen con sus grandes dentaduras, hambrientas o risueñas, y sus sacos que les quedan chicos, sus oscuras mujeres de torta frita y mate, suficientes cuando calzan zapatos, doñas de respeto, gordas y perezosas de lavar ropa o sentadas delante de un horno. Con humildad y devoción, casi con inocencia, Molina Campos dejó un testimonio de ese pasado con una gracia y una frescura que no pierde uno solo de sus brillos con el paso del tiempo.

Pero entre la realidad vivida y el recuerdo la distancia interpuso un extraño elemento: el humor. Todo está visto a través de un lente que acentúa y exagera los rasgos y las expresiones. Más allá del realismo de un rostro, percibe lo que en él es peculiar y lo destaca, lo que primero salta a la atención en el conjunto de sus rasgos. Molina Campos capta al vuelo ciertas fisonomías, que en la vida pasan confundidas con el ambiente, y de ellas hace nacer lo cómico. Esas dentaduras adquieren una presencia rotunda, esas mejillas brillan como cobre a la intemperie. En los ojos chispea la ironía, el regocijo, la chanza, nunca la tristeza o la resignación, salvo en algunos gauchos viejos de antiguas barbas, que llegan muy lentos a caballo o están presentes casi sin estar, en alguna fiesta. Viejos bardos de chiripá, densos y solemnes, a menudo empuñan guitarras que sonaron bajo ombúes o carretas, guitarras que saben historias del fondo de la pampa, encarnaciones del recuerdo y el olvido, depositarios de una remota sabiduría. A ellos los han sucedidos esos otros personajes rubicundos calzados con alpargatas, todavía ávidos de vivir.

¿Qué es lo que ocurrió? Ahora todo está en movimiento. Los hombres y las mujeres que el niño vio no son maniquíes de museo. En la estancia pasaron sus vidas oscuras, sus rudas tareas como una fatalidad o un rito, un destino asumido sin contradicción. Ahora, algo en esos personajes ha variado, algo que entonces estaba oscuro en ellos ha salido a la luz para situarlos en un espacio particularmente risueño, en el cual la añoranza que los invoca deja de ser elegíaca o melancólica. Se convierte en una vitalidad desbordante, en la alegre afirmación de una presencia de tono burlesco, que contrasta con el paisaje de la llanura hecho de soledad y silencio.
Lo cómico, que ahora aparece, es un elemento inesperado: transforma el testimonio y le da a tales escenas un matiz inédito, único. Su inextricable naturaleza siempre ha suscitado inquietud como un enigma sin respuesta.

Un paisano domando no puede causar risa, un potro estaqueado, que tironea rompiéndose la boca en el esfuerzo de liberarse, tampoco. Una paisana que sorbe un mate, el gaucho que la mira con cariño un poco más lejos, y la otra mujer de larga trenza que saca algo del horno de barro ante el cielo impasible de la pampa, ¿por qué harían reír a nadie? Son gestos humanos consagrados por el paso de los días y no de bromas de circo. Instantes de unas vidas a las que sólo algún perro o unas gallinas, aparte del caballo atado a un poste, hacen compañía en medio de un campo vacío. ¿O es que todos los gestos humanos y cualquier sentimiento pueden ser motivo de risa? Artistas y escritores, desde los tiempos más remotos, han tenido al intuición y la voluntad de señalarlo. Así han surgido estos géneros paralelos: la sátira y la caricatura. El hombre se burla de sí mismo y entre nosotros Molina Campos es el único representante, de inspiración popular y ligado a la tradición nativa.
En el fondo de la conciencia cultural del país está viva una imagen arquetípica del gaucho, que tantos pintores han forjado desde el principio de la nacionalidad. Lo hayan visto o no, todos lo han visto. Pero de pronto, con Molina Campos esa imagen adquiere una originalidad exclusiva.

Lo que sorprende y atrae a la vez es que el gaucho resulte hilarante, que sus actitudes y su ambiente provoquen risa. Además, curiosamente, lo cómico de sus paisanos y caballos establece con ellos una comunicación más honda y más fraternal. Una especie de solidaridad que no nos provocaban otras representaciones. La esencia de la risa – se ha dicho - consistiría en un inconsciente sentimiento de superioridad de quien se ríe con relación a las personas que la provocan. El que motiva la risa ajena ignora que puede ser grotesco o ridículo. La inocencia, la ingenuidad de ciertos seres sólo pueden parecer jocosas a quienes los consideran desde el punto de vista de su orgullo o suficiencia.

Ahora bien, el sentido del humor con que Molina Campos nos presenta a sus personajes está lejos de la soberbia. Es la suya una visión muy particular. Nada hay en ella que los rebaje o los tome como motivo de encarnio.
Los paisanos de Molina Campos son asumidos con profunda simpatía y de algún modo los idealiza.
 Así rescata una manera de vivir, conserva una tradición y un folklore que perduran en el espíritu de la gente de esta tierra. Más aún: el artista se identifica con ellos, es todos ellos, una personalidad múltiple y unitaria. Ambos se intercambian y se reflejan. Tal actitud crea un clima particular, único en la iconografía de lo gauchesco.
Sus imágenes establecen un lazo inmediato con el espectador. Poseen un poder expresivo que llega desde el fondo de una imaginería criolla ancestral. Y lo singular de esta visión es que realmente reconocemos en ellas el mundo del gaucho, aunque ya no es el gaucho legendario de Hernández sino la vida cotidiana de unos paisanos en un tiempo que también pasó. Gestos y expresiones tal como se las ha imaginado a través de la literatura y el arte. Realismo y observación en un clima de cordialidad risueña, que causa gracia y provoca una hilaridad afectuosa. Nada llega aquí a lo bufonesco. Sólo cierta ironía para mirar las cosas y que no deshumaniza a esos personajes. No son comparsas de teatro, tienen la misma autenticidad del paisaje que los rodea. Si la visión del artista, a través de una óptica personalísima les da un aire festivo, tal circunstancia los acerca más a nosotros. Es una risa saludable, como si entre ellos y el pintor se cambiaran chanzas mutuamente, como suelen hacerlo los hombres de campo, con la malicia socarrona que les es tan propia. El humor que los anima parece llegar de lo más hondo, emana de ellos como una especie de euforia, de contenida energía que se traduce en risa.

El paisaje
La obra de Molina Campos nace de una vivencia infantil. En el mágico círculo de su niñez vio semejantes gauchos, caballos que reían a carcajadas o cantaban en la noche, hombres adornados con estrellas de hierro en los talones y las piernas envueltas en rudos pañales, reuniones alrededor del fuego de unas gentes salidas del horizonte, sorbiendo un extraño brebaje, el mate, en un extraño recipiente con un tubo metálico. No olvidó nunca el íntimo olor de un rancho con una litografía de Cristo y un espejito con marco de lata colgado en la pared, junto a una cola de caballo que sostenía un peine. Había también una cama de fierro con un poncho y un paquete de velas sobre un banco.

En medio del campo vio casa con un alero y frente a ellas un palenque con caballos: pulperías. Adentro todo esa sorprendente, un hombre enjaulado vociferaba detrás de unas rejas mientras llenaba vasos de aguardiente que repartía a quienes se le acercaban. A su espalda unos estantes medio vacíos contenían latas de yerba, botellas y unas piezas de género o algo así. La concurrencia era un paisanaje de fiesta, entre las risotadas y las chanzas y el humo de los cigarros. Vio potros furiosos, celebraciones en pueblos incipientes, mujeres de larga trenza en las cocinas o lavando ropa al borde de un arroyo con gestos rituales, peones ensillando o pialando, perros flacos, lechuzones y horneros. Visiones indelebles, más intensas porque se proyectaban en una llanura inmensa que acababa en el fin del mundo.


El artista quedó fijado a ese paraíso de la infancia. Muchos años después, sometido al horario de un mísero empleo en la ciudad, fiel a un dictado interior, comenzó a dibujar como obedeciendo al invencible deseo de revivir aquellas cosas. Como en sueños. Podemos conjeturar que el arte de Molina Campos es la nostalgia de un hombre fijado a su infancia. Pinta recuerdos.El tiempo de sus gauchos no tiene una cronología precisa como suele ocurrir con los sucesos de la memoria. Hay gauchos de chiripá y bota de potro junto a gauchos de bombachas y alpargatas. Los une el mimo cielo y la misma soledad de los lugares en que vivieron.

Son descendientes, sin duda, de los que poblaron el Martín Fierro y el Facundo. Hablan de Santos Vega y de Juan Cuello. Ya están en otro siglo, lejos de los malones o la indiada, aunque algunas veces también Molina Campos nos da alguna escena de tales episodios. Pero son notas esporádicas, diría literarias en relación con la verdad de lo cotidiano de la mayoría de sus cuadros, en una pampa de alambrados y tranqueras. Sus dichas son todavía sencillas, elementales, un ranchito en un puesto de estancia, una china y un caballo, unas partidas de brochas o truco y eso sí, la fiesta del Veinticinco. A pesar de la guitarra, el ladrido de los perros y el gallo, pertenecen al silencio. Todavía no hay antenas en sus ranchos, llegan al trotecito o pegan el grito a los caballos de unos carromatos enormes donde se trasladaba la cosecha, juntan un rodeo o cargan bolsas en un galpón junto a la vía. Muy pocos vecinos y gestos, sus maneras de ser, ocupaciones de una modalidad ancestral. Pero el cabo del cuchillo no deja de rascarle la espalda.

Otros pintores llegaron antes, iniciaron la historia de nuestra plástica. Algunos eran extranjeros, llegaban de paso y pintaban tipos y costumbre de la colonia como exponentes de algo exótico. Sus personajes están vistos desde afuera. Conservan una frialdad y cierto aspecto puramente etnográfico. Son exponentes de costumbres exóticas: curiosidades. Los de Molina Campos están vistos por alguien que se identifica con ellos, los quiere, los invita a reír juntos. En la actualidad, ya de alguna manera cambiaron. Los de ahora están entre máquinas y tractores y la televisión los acompaña, pero el espíritu es el mismo. En la década del 30 el país fue invadido por esos paisanos de Molina Campos. Eran obicuos, múltiples, y penetran igual a una lujosa mansión como al último rancho, embajadores de un país criollo, ya un poco fantasmal, hecho de refranes, de leyendas, toda una literatura y una vasta iconografía. También entran y salen del olvido, más siempre presentes en las vivencias populares. Su escenario es una pampa desmesurada hasta el horizonte. Están a gusto en ese paisaje que no existe. Sus figuras se destacan contra un cielo descomunal. Se proyectan contra el cielo. Así los habrá visto el niño, con admiración, orgullo de vivir en su vecindad, también él ubicado en medio de la llanura. Gente muy especial.

Los vigoriza el solitario espacio en que se mueven, hasta parece regocijarlos. Siempre ríen como si acabaran de salvarse de que el cielo se les caiga encima. Pertenecen a un campo para vacas y caballos donde es raro ver cereales. Molina Campos ha creado la imagen inversa del gaucho de las montoneras y los fortines: los de él parecen siempre de fiesta. No se sabe bien que festejan, que les ocurre para estar tan contentos, con unos caballos tan flacos que se les cuentan las costillas.
El de ellos es un tiempo autónomo, que corre a la par del nuestro como un río y no se desvanece. Justamente están en un almanaque donde los años y los meses cumplen un eterno retorno. Además, casi nunca se ve ante ellos al patrón. Su mundo es cerrado, exclusivo.

El caballo
Ellos y sus caballos mirones que tanto gustan hablar.
Siempre pintó casi todos los pelajes y preponderantemente cantidad de overos y tobianos. Siempre el caballo criollo, a veces mejor nutrido, otras esquelético y voluntarioso, con ojos saltones y una tensión que siempre acompañaba a la intención del jinete.En efecto, acostumbran a hablar con sus caballos, que ha aprendido el idioma del paisaje. Estos caballos están inmersos un poco en la fábula.
 Saben historias muy viejas, hablan de rastrilladas y arreos de miles de vacas robadas cuando servían en la frontera y no alcanzaban nunca a los malones. Aunque humillados mantienen su orgullo, establecen una extraña complicidad con sus dueños.
En los recados con que los ensillan hay todo un equipo para largas expediciones, sirven de cama y abrigo. Sus piezas, bastos, mandiles, cojinillos, se van disponiendo ceremoniosamente sobre el lomo, despacio, con profunda concentración al colocar cada parte, hasta el final de la cincha.

En todo Molina Campos lo visual es prioritario, el sentido más desarrollado. La infancia mira con avidez hasta el asombro y la sorpresa. El pintor conserva esa actitud y la traslada al paisanaje de sus cuadros. Y también a sus caballos. Ninguno quiere perder una brizna, un detalle. Están atentos a todo, al humor de sus dueños y a lo que los rodea. Y todo lo comparten entre ambos. Aunque a veces algún bagual se "viene como refucilo".   La furia lo transforma: ahora es un dragón que echa fuego por los ollares y se precipita sobre el espectador a la orilla de una alambrado, su cabeza se ha hecho enorme, la mirada medusante. Ha salido como una tromba desde el horizonte para echarse encima de quien pretenda pararlo. Y sin embargo, por la indefinible magia de Molina Campos, esa visión aterradora causa risa.  Hay tan poca sociedad en esos descampados que los caballos son como de la familia. Es una fraternidad alternativa, sellada primero a talerazos brutos, o atado a una estaca, bufando sin remedio hasta que al fin las cosas cambian.

En la vasta obra de Molina Campos los protagonistas son el paisano, el caballo y la llanura vacía. Unos caballos parlantes que se ríen a lo bárbaro, los enormes ojos saltones por los que pasa la ironía, el gozo, la ira, la astucia. Algunos se han hecho un nudo en la cola para llevar en ancas a una china vestida de rojo. Otros, fieles compañeros de viaje, cambian noticias sobre el tiempo con sus dueños, sus enormes dentaduras de caballo a la vista, esa parte del esqueleto que tentó en el hombre como en el animal es lo único que está visible. Para Molina Campos ese detalle es singular, un tema de su predilección, evoca al mismo tiempo el hambre, la risa y es un instrumento para la voracidad.  Sin duda es reconfortante andar en tales caballos que tanto saben de la vida. Por otra parte el artista, como profundo conocedor del ambiente, no omite ningún detalle del apero, las riendas, el freno, los estribos. A tales animales casi nunca se los ve en una calle. A veces reposan en el palenque de una pulpería o bajo una enramada, pero siempre en medio de la llanura. Observemos de paso otra característica que caballo y jinete comparten: los primeros tienen cascos enormes, los pies de los hombres son también de grandes dimensiones. Tantos los cascos como las extremidades enfundadas en botas de potro o alpargatas constituyen una base sólida, afirman la pertenencia a la tierra. No son seres aéreos que se lleva el viento. Están pegados al suelo, allí se afirman como un árbol en sus raíces. Y digamos por último que en el mundo de Molina Campos todos miran con una especie de felicidad a sus semejantes y a las cosas de la tierra, con una inconsciente alegría de vivir.
El aire que respiran esos personajes les ensancha el pecho, les comunica la energía de la tierra.

Es muy bueno estar vivos, volcados en el mostrador de un boliche a tomar una copa o haciendo sonar una baraja sobre la mesa de truco, los reyes y las sotas saltan delante de ellos, el as de espadas silba en el aire, se oye retumbar el garrotazo del as de bastos, ojos enormes inflados por la vehemencia del juego. Los espectadores festejan cada tanto de flor, el estentóreo canto de la vitoria, mientras de nuevo el mazo da otra vuelta y otra vuelta de ginebra acompaña a los porotos que marcan los puntos. 
También los caballos allá fuera comentan la partida, a la espera de que salgan sus dueños y los monten, una caricia al caliente recado, la mano resbala sobre el cojinillo y toma las riendas y de nuevo hacia el íntimo nido de un rancho, hasta el próximo amanecer con un mate y la mujer medio despeinada, los dedos curtidos de ordeñar, en que galpón, en que corral de esos miles de hectáreas vacías alrededor.

Están también las celebraciones. Unos festejos exteriormente tan humildes a los que se vive como momentos excepcionales. Bailan bajo una enramada "que fue la playa de esquila", las parejas hamacándose en una polca, sin apretarse, se miran, eso sí, como deslumbrados, risueños, las chinas con zapatos que se les tuercen, los guitarreros siguen y siguen junto a un perro indiferente y el cielo, inmenso, con su espacio sin fondo para esa gente. Modestos regocijos a los que justamente el cielo desnudo y el campo solitario les dan una dimensión especial. Pero el horizonte es de ellos. En esos cuadros todo sucede como en sueños, en un espacio intermedio entre la realidad y lo imaginario. Sus personajes ya no pueden dejar de estar presentes en ninguna referencia plástica evocadora de nuestro campo en un pasado no muy lejano. En ninguna evocación de lo que fue y es el gaucho y la pampa, pese a todas las modificaciones del tiempo. Donde el humor interviene, sea en un texto o una imagen, distorsiona siempre el sentido, le hace perder su unidad, produce una especie de refracción que lo desplaza en muchas direcciones.

Con respecto a la pintura popular de Molina Campos la caricatura también mantiene una relación dual de su contenido, una mezcla de distancia y aceptación, de afectuosidad burlona y profunda identificación con ese medio y esos seres, que expresan un mundo personal, realizado con una entrañable virtud evocadora. Intuimos que carácter tan especial de esa obra la torna única, cerrada, y le ha de conferir un valor permanente en su género dentro de todo el panorama de la plástica argentina. Lo cierto es que Molina Campos se consideraba gaucho a sí mismo, igual que a sus personajes, con un sentido muy distinto del que se tenía en el siglo pasado. Puede tenerse la certeza de que para él ser gaucho representaba un compromiso con la honradez, la lealtad, la valentía y hasta con cierto grado de pureza viril. De ahí que su picaresca sea siempre lúdica pero finísima. De ahí que se dé por descontado que para un gaucho la vida es fundamentalmente trabajo, un trabajo casi siempre asomado al peligro, pero sin necesidad de ser dramatizado ni con el miedo ni señalando el riesgo de muerte.

M. Campos registró gráficamente y con una precisión admirable el mundo, las tareas,  las circunstancias, las intimidades de los hombres de campo argentinos de una época (en especial de los paisanos del sur, con alguna frecuencia de los del litoral, y alguna vez de los del norte), sin adjudicarles grandes heroísmos ni formidables virtudes patrióticas y sin asignarles la frialdad del matrero. Sus personajes son los modestos hombres de campo en sus tareas más cotidianas y reiteradas. El dolor está omitido en su obra de un modo tal vez interesadamente beatífico. Casi sólo importa lo risueño, y es probable que la visión general tenga cercenado el aspecto dramático propio de toda realidad. Cualquier forma de penuria ha sido puesta en un cono de sombra definitivamente silenciado. Pero en Molina Campos se trata de una postura espiritual no desestimable por aquel precepto de que la alegría es obligatoria y que lo demás se da por añadidura.Bolear o enlazar, pialar o domar, vistear o jugar, cultivar la amistad, casarse, tener hijos son su manera de contar la realidad de un sector del país en un determinado momento. El cuchillo con cabo de madera y remaches de bronce podría ser el símbolo de la modestia del protagonista de ese mundo que pintó nuestro artista. El hombre de campo, de trabajo, con su herramienta también modesta sujeta a la cintura, atrás, pero a al vista, para facilitar su uso y señalar su carácter más de utensilio que de arma.

Paisajes
Pintó los variadísimos paisajes que propone la aparente uniformidad de la llanura. Bañados y cañadones, lagunas, noches terminantes, deslumbrantes mediodías, campos metafísicamente silenciosos, tardecitas, lluvias, con esa delicada sensibilidad capaz de detectar la luz tan única y tan diversa del campo argentino. Pintó una vegetación si no variada, detallada y magistralmente observada. Desde los cavernosos ombúes hasta los sutiles juncos, los ñandubais, las espadañas, cardales y cortaderas.

Arquitectura
Pintó también lo que podría llamarse una antología de la arquitectura rural. Desde la tapera vencida por el abandono hasta los dignos ranchos de adobe, con techo también de barro o de paja, o los litoraleños, o los cordobeses con abertura central techada. Con maestría propia de gran miniaturista pintó desorbitados loros, mezclados con alucinadas aves de corral, cuya presencia Rosas despreciaba en lo que fuera una estancia criolla.
Pintó jagüeles y galpones, mangas, corrales de palo a pique, pozos de cincha y los elementales palenques, con lo que gracias a su obra ha quedado fijada y difundida una poco menos que desaparecida artesanía.

Vestimenta
En materia de vestimenta pintó desde la modestísima combinación de boina, camiseta y bombacha con las consabidas alpargatas, hasta el chiripá con calzoncillos de flecos y bota de potro. Con inobjetable exactitud pintó los aperos del recado con diversos tipos de estribos, bastos elementales o adornados con frentes de plata, riendas y cabezales de tiento o iluminados con bombas trabajadas por plateros artesanos, sobrepuestos de carpincho cuando no el humildísimo cojinillo como única comodidad.

Personajes
Son innumerables y variadísimos los personajes que emplea en las más diversas situaciones: mujeres jóvenes y viejas, mozos y ancianos, negros y niños van poblando las láminas de sus almanaques. Entre ese vasto elenco humano aparece esporádicamente un personaje: Tiléforo Areco. Hay pinturas que muestran su noviazgo, su casamiento, su foto de bodas, el nacimiento de su primer hijo. Tiléforo, que adquirió gran popularidad, traza de algún modo un itinerario simbólico del mundo descripto por Molina Campos