domingo, 9 de febrero de 2014

El dolor en la historia

El dolor en la historia 

El dolor existió, desde el comienzo de la vida o desde la aparición del hombre sobre la Tierra.


 
PUBLICADO EN http://www.intramed.net

Franco Grande, adscrito al Hospital Xeral de Galicia, Santiago de Compostela, España 

Revista Dolor Clínica y Terapia

Vol. V/ Num. 9/ JUNIO/ 2008


Desarrollo



El dolor, ya sea considerado como síntoma o enfermedad, es eterno: existe desde siempre; es inevitable: no podemos predecir ni luchar contra su aparición y tampoco podemos definirlo con precisión, a pesar de lo mucho que se ha dicho y escrito sobre él. Lógico es pensar, por tanto, que el dolor existió, desde el comienzo de la vida o desde la aparición del hombre sobre la Tierra. Según las doctrinas cristianas, después de la creación de Eva, que tuvo lugar a través de un acto necesariamente doloroso para el cual Adán fue sometido a un plácido sueño, ella misma y toda su descendencia fueron castigados con el dolor del parto.


Siguiendo esta doctrina, podemos determinar un punto preciso de partida, pero seguramente las cosas ocurrieron de una manera diferente. Para los evolucionistas, la vida surgió en el mar, y después de formas muy primitivas (nucleoproteínas o acúmulos de protoplasma) y merced a profundas transformaciones filogenéticas (fisiológicas y anatómicas), pasaron a la tierra por los estuarios de los ríos. En este caso, el origen del dolor es más impreciso, aunque se piensa que ya existía en las fases más primitivas de la  vida: en los océanos hace ya millones de años.
 
Sea como fuere, al establecerse la vida en la tierra y al surgir los primeros eslabones del hombre, aparece ciertamente el dolor como su compañero inseparable y se inicia, necesariamente, la lucha contra este molesto síntoma.

No fue posible definir conceptualmente el dolor como una sensación somática, y seguramente no podrá serlo, al igual que ocurre con otras sensaciones que sólo podemos conocer a través de una interpretación personal, exclusivamente por la experiencia. Para el médico y para el enfermo es útil la interpretación del síntoma o vivencia dolorosa; para el filósofo, en cambio, es más importante su implicación en el intento de una interpretación de la concepción del mundo y de la vida que la vivencia dolorosa misma.


La actitud del hombre ante el dolor: el causado por la enfermedad aguda o crónica, el experimental o el provocado por él mismo en la lucha, a su vez, contra el dolor (cirugía), así como su interpretación, fueron cambiando a lo largo de los tiempos. Sin embargo, esta aseveración precisa que la aclaremos, pues conviene insistir en que los medios de que dispuso el hombre primitivo en la lucha contra el dolor: métodos físicos y drogas analgésicas o intoxicantes, fueron más o menos las mismas que se utilizaron hasta el siglo XIX.


Del mismo modo, la interpretación del dolor por el hombre primitivo, el de las edades antiguas y, sobre todo, el medieval en el occidente europeo, estuvo notablemente influida por el pensamiento místico y religioso, y a la luz de las doctrinas cristianas, el dolor era un medio de purificación y de redención, lo que la Iglesia católica consintió y apoyó. Esta actitud fue tal, que se fomentó el martirio y muchos se entregaron al sufrimiento voluntario y exaltaron el aura de la belleza espiritual.
5 No podemos pasar de largo la interrelación místico-religiosa medieval con el pensamiento filosófico metafísico y su concepción del mundo a través del concepto del dolor.

El misticismo medieval continuó influyendo, de una u otra manera, sobre los científicos de los siglos XVIII y XIX; de tal manera, que los filósofos alemanes y otros muchos daban la bienvenida al dolor como símbolo de la vida universal (Schlegel), ya que era considerado como uno de los valores destinados a la conservación de la especie (Nietzsche); mientras que para otros (Feuchtersleben), el hombre se encontraba en dolor permanente, y ese dolor de la vida sería el aguijón de la actividad humana. Para este mismo autor, la mezcla de placer y dolor en el laberinto de la vida humana sería el símbolo de la intención divina.


Sin embargo, justo es decir que con el paso del tiempo se fue conociendo mucho mejor este enigmático síntoma, tanto desde posiciones médico-científicas como desde el punto de vista de su tratamiento; pero a pesar de los logros conseguidos en las últimas décadas, el dolor está ahí, sigue todavía entre nosotros como una amenaza constante e ineluctable. Pensamos que el conocimiento de su historia, de sus conquistas y de sus frustraciones, puede significar una experiencia única y servirnos de tonificante en el estudio de su arduo conocimiento; además, por otra parte, nos servirá de estímulo para alcanzar un nuevo peldaño –no para descansar por lo conseguido hasta el presente–, sino para apoyarnos sólidamente en él para alcanzar otros mucho más altos.

La magnífica revisión de los doctores Fernández Torres y colaboradores logra perfectamente este cometido, y puede ser ese tonificante el que nos permita evadirnos de la muchas veces espinosa tarea de su estudio y tratamiento.

Artículo cortesía de la Revista Española de Dolor. Agradecemos la gentileza del Dr. Franco Grande y las atenciones prestadas a la Revista Mexicana de Algología/Dolor, Clínica y Terapia.

El dolor de la verdad






No hay comentarios.:

Publicar un comentario